LA DICOTOMÍA DEL VEHÍCULO ELÉCTRICO

El siglo XXI está siendo marcado por una ola de ecologismo y una tendencia a preservar el medio ambiente. El cambio climático es algo irreversible y como siempre, los humanos no reaccionamos hasta que tenemos el problema encima. Es por este motivo que se está apostando cada vez más por el vehículo eléctrico frente al vehículo de combustión, por los bioplásticos frente a los plásticos tradicionales y no comer carne por la contaminación que esta industria provoca.

En otros artículos habíamos explicado lo que eran los bioplásticos y sus ventajas e inconvenientes. Hoy nos centraremos en la dicotomía del vehículo eléctrico.

Esta última década los gobiernos han incentivado la compra del vehículo eléctrico alegando que los vehículos de combustión son muy contaminantes por el planeta y emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero.

¿Pero la solución es realmente el vehículo eléctrico?

El vehículo eléctrico está diseñado principalmente para realizar trayectos cortos e interubanos, y es un buen método para no contaminar mientras se circula ya que desprende cero emisiones de CO2 durante su funcionamiento. Pero, ¿qué ocurre con las baterías? ¿Y con la energía que se gasta para cargar el coche eléctrico?

Las baterías de los vehículos eléctricos son baterías de ion de litio. Debido a la gran demanda de los últimos años de baterías de litio, se han creado grandes extensiones de minas de este material por todo el planeta. Cualquier extracción de materias primas puede provocar la degradación del suelo, la escasez de agua, la pérdida de diversidad, daños en el ecosistema y el aumento del aplastamiento global, y el litio no es una excepción.

Según un informe de Amigos de la Tierra, se ha comprobado que la extracción del litio perjudica gravemente el suelo y provoca contaminación del aire. Por poner un ejemplo, los salares de donde se extrae este mineral en Sudamérica están situados en territorios áridos donde el acceso al agua es imprescindible para las comunidades que viven en él. La industria de extracción del litio lo que hace es desviar y contaminar este recurso por su beneficio propio; como dato, se necesitan 2,2 millones de litros de agua para producir una tonelada de litio, lo que equivale a la fabricación de 90 coches eléctricos. Así, con la gran demanda y los conflictos generados, varios expertos aseguran que la extracción de litio no es viable durante mucho tiempo y apuestan por otros elementos alternativos como el hierro o el silicio. La fabricación de las baterías de hierro a diferencia de la de silicio es mucho más económica.

El reciclaje de este tipo de baterías también es un punto a destacar. Una vez que la batería ha quedado en desuso o se ha estropeado, se deben extraer todos los materiales que la componen y se utilizan para fabricar otras baterías. Pero no ha sido hasta hace pocos años que se ha instaurado el reciclaje de las baterías, éste es un proceso factible pero muy costoso y complicado. El motivo principal de la demora de este reciclaje es que los fabricantes no creían que una batería con material reciclado diera las mismas prestaciones que una nueva.

En cuanto a la electricidad que se consume al cargar el vehículo eléctrico, puede estar derivada de fuentes de energías renovables pero también de no renovables, las cuales generan un gran impacto ambiental en nuestro planeta. De hecho, los combustibles fósiles abarcan el 80% de la demanda actual mundial de la energía, siendo la fuente de aproximadamente dos tercios de las emisiones de CO2.

¿Cuáles son los motivos reales que nos llevan a comprar vehículos eléctricos? Después de analizar estos aspectos, quizás debemos cuestionarnos si el vehículo eléctrico es tan buena solución como nos hacen creer o quizás necesitamos alternativas que sean sostenibles en todo el ciclo de vida.